domingo, 4 de septiembre de 2011

LA GRAN AVENTURA DE ÑUFLO DE CHAVES EN SU EXPEDICIÓN A TRAVÉS DEL CHACO BOLIVIANO EN 1545.

Ñuflo de Chaves, descubridor del Chaco boliviano

INTRODUCCIÓN AL PERSONAJE Y SUS CIRCUNSTANCIAS.
Vasco Núñez de Balvoa, Lienzo

Lo que más admiro en mis congéneres es su determinación y su lucha por conseguir sus metas, sus ideales, sus objetivos, por encima, incluso, de su egoísmo y de sus apetencias personales, admiro su generosidad, su solidaridad, su forma de encarar la vida mirando siempre hacia delante. Uno de ellos es el personaje del que os voy a narrar su pequeña, o grande, historia, en la que procuro mirarme en ella para desarrollar la mía: “Ñuflo de Chaves”.

Me vais a permitir pues que hoy narre la interesante, pero triste, historia de mi admirado Ñuflo de Chaves en forma de relato o crónica de una aventura, que es, en realidad, cómo la vivió, y murió, este gran hombre. Más adelante haré lo propio con otros de los hombres que tanto admiro, Vasco Núñez de Balboa y su aventura en Panamá y su muerte víctima de de las envidias oprobiosas.

Hernán Cortés
No hubo rigurosamente hablando, muchos conquistadores. Se dio un núcleo reducido de hombres de edad pareja, ganados a un tiempo por el mismo afán fundacional de reinos que encontramos predominantemente en la biografía de Hernán Cortés.

Los conquistadores, para serlo, deben fundar, no una ciudad aislada, sino un reino verdadero, allí donde había otra estructura sólida de poder.

La mayor parte de los conquistadores tienen entre 39 y 45 años al inicio de su aventura; y no se hacen en España, sino en las Indias.

Con respecto al nivel cultural, el análisis cualitativo del grupo de conquistadores revela un grado medio de valores similar en todo al de la España urbana en su tiempo. El fenómeno de la conquista no fue obra de rurales, sino de ciudadanos urbanos.

En ningún momento se sospecha que el conquistador fuera un excedente deplorable de la sociedad. Todo lo contrario, hay notarios y escribanos, licenciados y bachilleres, jueces, oidores y contadores que se aprietan en las cubiertas de los bajeles con los jóvenes hidalgos y con los hijos de familias honradas, tan pletóricos de esperanzas de promoción social como ellos mismos.
Indios taínos ante una Caravela, ilustración

Otra característica de casi todos los conquistadores es su muerte violenta. Para estos seres todo será tragedia y desventura. Van a morir de hambre o a manos de salvajes; pero no dejarán jamás de ser tenaces, aunque parezcan espectros.

Los descubridores van tomando conciencia no tanto de lo inexorable de su conversión en conquistadores, como de la naturaleza militar de todos sus movimientos. El conocimiento de las muertes de los capitanes en acción violenta exhibe mejor la debilidad de los españoles que su superioridad técnica. Los cronistas se muestran cada día más acordes con algún modo de diabolización de unos indios –los circuncaribeños- belicosos, inhumanos, caníbales, armados de flechas envenenadas, que no anticipan la idea del buen salvaje.
Cabeza de Vaca, de huidadelmundanalruido.com

Cabe afirmar que el conquistador español se movió en todas las geografías posibles y que éstas eran muy hostiles. En la región mesoamericana, la baja altitud y el hecho de ser zona tropical, les obligó a vivir dentro de una temperatura elevada, sólo suavizada en las alturas.

En Suramérica la geografía se impuso por su enorme proporcionalidad. Tan variada e inmensa geografía no fue extraña al conquistador, ni le amilanó.

Los conquistadores carecían del sentido de lo imposible y de las distancias. Por eso pudieron caminar como lo hizo Alvar Núñez Cabeza de Vaca o el mismo Ñuflo de Chaves.

La luminosidad del trópico no era nada nuevo para un andaluz acostumbrado a la luminosidad de su tierra, ni la brevedad del altiplano para un canario, ni la pampa ingente para un manchego… Todos habían tenido su antesala. Si algo les impresionó de la nueva geografía, fueron su flora y su fauna, porque las hallaron distintas a las europeas. Pero no debió de serles muy extraño el Nuevo Mundo cuando en sus relatos hablan siempre de que les recuerda a tal o cual ciudad hispana. La toponimia que van sembrando es una prueba patente de esto, de la identificación que hacen entre lo recién conocido y lo que les es familiar.
Antigüo escudo Santa Cruz de la Sierra,
de members.fortunecity.es

Semejando un vínculo cordial, este rosario de nombres enlazará el suelo europeo con el americano o, lo que es lo mismo, la vieja patria con las nuevas patrias y buena prueba de ello son topónimos tan bellos como es, en el caso de Ñuflo de Chaves, de Santa Cruz de la Sierra, hoy día una de las principales ciudades de Bolivia.

La entrada en esta realidad física, difícil y atormentada, la harán siguiendo unas rutas lógicas de penetración: “las entradas”.

Las entradas” se hicieron con estrategia, tal como si hubieran conocido de antemano la geografía americana y se hubieran sentado ante una mesa de estado mayor a trazar el plan de operaciones. Navegaban con pilotos por las selvas, como si fueran por el mar, ayudados por la técnica rudimentaria y por las estrellas cuando les eran familiares.

Pocas de las figuras de los conquistadores españoles están nimbadas de tan pura gloria como la del conquistador español D. Ñuflo, o Nufrio u Onofre, de Chaves. Conquistador del Oriente de Bolivia y fundador, entre otras, de la ciudad de Nueva Asunción y, sobre todo, de la de Santa Cruz de la Sierra, verdadero embrión de la creación del futuro estado nacional boliviano. Extremeño como la gran mayoría de los capitanes de la epopeya perteneció a una verdadera raza de titanes.
Estatua de Ñuflo de Chaves, de Eldeber.com.bo

Nacido en Trujillo en el año 1518, procedía de la casa de los Chaves, familia de importante linaje, tenía un hermano mayorazgo y otro, Don Diego de Chaves, que fue confesor del rey Felipe II. Poco se sabe de su vida en España y sólo se conocen sus glorias y miserias vividas en América.

Llegó a Paraguay con Alvar Núñez Cabeza de Vaca en 1542, y fue llamado, por sus grandes viajes, la “flecha humana”. Acompañó a Domingo –Martínez- de Irala en varias de las grandes expediciones y lo mismo hizo con Alvar Núñez Cabeza de Vaca.

En el año 1546 exploró el río Pilcomayo y remontó el río Paraguay, y en 1547 acompañó a Domingo –Martínez- de Irala, a través del Chaco, hasta los contrafuertes andinos. Desde ese lugar, se dirigió a Lima y volvió a Asunción en 1549. En 1551 descendió al río de la Plata y exploró la región de los indios itatines.

En los primeros meses de 1558 Ñuflo de Chaves partió de Asunción (Paraguay) con gran cantidad de españoles e indígenas, pretextando querer fundar una población en los Xarayes, ó Jarayes, pero con el verdadero propósito de crear una gobernación en los confines del alto Perú.
Trujillo, Cáceres, de mundofotos.net

Así llego hasta las orillas del río Guapay con el primer obispo del Rio de la Plata que desempeñó el cargo.

Ñuflo de Chaves remontó el río Paraguay y cruzó el Chaco hasta la tierra de los indios chiquitos y fundó la ciudad de Nueva Asunción sobre el río Chunguri. Fue nombrado Teniente de Gobernador de D. García de Mendoza y volvió al Chaco y fundó la ciudad de Santa Cruz de la Sierra, el 26 de febrero de 1561.

Ñuflo de Chaves fue temerario, no ya valiente, en los combates, pero también sabía del perdón generoso para el vencido. Sagaz y conciliador, parecía conocer todos los secretos del corazón humano. Sólo así se explica cómo únicamente por el poder de su fascinación personal pudo conquistar el afecto de una de las razas más soberbias y reacias a tratar con el hombre blanco y que con la araucana en toda la América, nunca pudo ser reducida hasta nuestros días: la raza de los chiriguanaes.

De intachable vida privada aún en medio de la vorágine de pasiones que significó la conquista, donde la codicia, el crimen y lujuria no tenían vallas, vivió una bella historia de amor con su noble esposa Doña Elvira de Mendoza y Manrique.

Profundamente inteligente, supo columbrar la importancia que tendría en el futuro las tierras por él descubiertas, que enfrentando a tres sistemas geográficos diferentes, el Amazónico, el del Río de la Plata y el Andino, se constituirían en el eje de gravitación y equilibrio continental. Se explica así cómo aún a sabiendas de que en ellas no existía el oro, seguro señuelo para la ambición de los conquistadores, las amó como supo amar a su lejana patria extremeña de mieses y pasturas, correspondiéndole la gloria de ser el creador e impulsor de las industrias de la madre Tierra en el oriente de Bolivia.
Escudo de Bolivia

Empero, sus afanes y trabajos le dieron más gloria que provecho. Empeñado, en al conquista de una vasta extensión territorial en el corazón mismo del Continente americano, fue pronto olvidado por los virreyes de Lima, calumniado por los Gobernadores de Asunción, sufriendo con su familia toda la ingratitud de los Reyes de España.

Y luchó solo, haciendo de Santa Cruz de la Sierra un baluarte contra la barbarie. Empobrecido en la dura lucha por vencer una naturaleza estupenda y bravía no pudo ver cumplida su gran empresa colonizadora, pues en el año 1568 fue muerto en una emboscada por los indios itatines, como se verá más adelante.
San José de Chiquitos, primera fundación de Santa
Cruz de la Sierra, por Ñuflo de Chaves, en el Chaco

La tragedia de Ñuflo de Chaves, fue la tragedia de la ciudad por el fundada. Aislada de los centros de poblados de América por enormes desiertos, fue echada al olvido por Lima, Charcas, Asunción y Buenos Aires, cumpliendo su misión histórica de contener la ola de barbarie por siglos enteros.

La olvidada ruta de Ñuflo de Chaves, fue la que haría la grandeza de Bolivia, que partiendo de Santa Cruz de la Sierra, llegaba atravesando el altiplano, hasta Lima, la española.

LA RUTA INCREÍBLE DE ÑUFLO DE CHAVES A TRAVÉS DEL CHACO BOLIVIANO.

Al oeste de la llanura del Paraguay, desde Santa Cruz de la Sierra, en Bolivia, hasta casi el Río Salado, en Argentina, y extendiéndose paralelamente a los Andes, se encuentra una zona de mesetas que disminuyen rápidamente en altitud hasta enlazar con la llanura antedicha. Son los Chacos o el Chaco, el boliviano, el paraguayo y el argentino.
Ruta de conquista de Ñuflo de Chaves en 1545

En conjunto, el Chaco parece ser un mosaico de espacios secos que alternan con lagunazos estacionales que reciben el nombre de “esteros”. Tiene dos ríos permanentes: el Bermejo y el Pilcomayo, afluentes del río Paraguay, que inundan grandes espacios y se erigen en obstáculos para la circulación. Una realidad muy generalizada del Chaco es su salinidad.

El paisaje vegetal más generalizado corresponde a un bosque muy poco denso y de porte reducido, en el que se mezclan palmas con especies arbóreas diversas, de las que una tiene especial significación y simboliza el Chaco: es el “quebracho”, apreciado por la dureza de su madera y por la posibilidad de extraer de él unos extractos curtientes.

En el Chaco existen dos especies de animales en especial: el llamado “lobo crines”, que tiene la peculiaridad de ser más alto que largo, y el “tatú ó armadillo gigante”.
Sello Postal España de Ñuflo
Chaves, Dentado, 5 ptas

La primera entrada que hace Ñuflo de Chaves a través del Chaco se fragua en los últimos meses del año 1552 por orden de Diego -Martínez- de Irala que le ordena marchar sobre la tierra de los mbayá, cinco años antes visitada. Al llegar a ella todo está desierto y sólo se encuentra al paso bohíos desamparados. Ñuflo de Chaves hace una corta exploración, llevando como teniente a Hernando de Salazar, su amigo el granadino, y con unos cuantos jinetes de escolta, penetran en la comarca hasta dar con una generación de indios, los Itatines. Entran en relaciones con ellos y toman simbólica posesión de sus tierras en nombre del rey de España. Así concluye lo que se llamó “la mala entrada”.

Pasan, luego, muchas semanas de inactividad, durante las cuales el espíritu del peregrino de la selva va sintiendo las tabarras de la impaciencia.
Plano de Bolivia de miniceltic.blogspot.com

Por el mes de octubre de 1554 sale Ñuflo de Chaves con una partida de treinta hombres y acompañado, como teniente, de su inseparable amigo granadino Hernando de Salazar. Después de navegar por el río arriba desembarca en la margen izquierda y penetra en el interior del país. Llega a la evidencia de que los indios Itatines constituyen un pueblo aguerrido y laborioso.

Más adelante y con la ayuda de su amigo Hernando de Salazar, el granadino, con los dineros de ambos, que en verdad no son muchos, los créditos que obtienen sobre su palabra de honor y las expectativas de la nueva obra de conquista, empieza el dificultoso trajín de prepararlo todo para efectuar la gran entrada en el Chaco. Todo está casi listo al expirar el año 1557 y solo falta izar los cables, cargar las velas y encajar los remos en los bergantines; luego embarcarse y zarpar, que es como entrar a ese alcázar de los sueños que durante quince años ha constituido su ambición personal.

Luminoso y risueño ha amanecido este día de marzo de 1558, todos han acudido al ribazo familiar para estrechar la mano de hijos, esposos o padres que marchan en pos de la aventura, a la tierra de los Xarayes, la “Gran Entrada del Chaco”. A mitad de las aguas del río emergen los cascos de veintitrés barcos que componen la flota mandada por el capitán Ñuflo de Chaves.
Martínez de Irala, de mec.gov.py

Son ciento veintiocho hombres de España los que inician la expedición. Treinta salieron el día anterior, comandados por el amigo Hernando de Salazar a la cabeza, llevando por la vía terrestre la caballada y la impedimenta que no es posible estibar en las embarcaciones.

Entre los ciento veintiocho los hay de toda condición y valimiento. Allí están, entre otros, Diego de Mendoza, hijo del degollado Don Francisco y hermano de su querida esposa Doña Elvira, Pedro de Segura, Diego de Irala, hijo del inolvidable caudillo, Rodrigo de Osuna, y un largo etcétera de buenos hombres y mejores españoles.

Ñuflo de Chaves no descuida los movimientos de cada una de las embarcaciones. Conoce palmo a palmo este río por haberle navegado muchas veces, y así se va marchando por este río de leyendas y promisiones.
Sello Postal Chaco Boliviano de 1935

Después de cuatro largas semanas de navegación arriban al puerto de Itatin, por estar situado en la comarca de los corpulentos indígenas de este nombre, Allí deben encontrarse con la hueste de Salazar para continuar el viaje juntos por la vía fluvial. Dispone Ñuflo de Chaves que Antón Cabrera vaya en su búsqueda. Apenas Antón Cabrera ha encontrado a Salazar, son súbitamente atacados por centenares de guerreros de la tribu de los guajarapos. Once españoles perecen en el combate. Avisado de todo ello Ñuflo de Chaves toma sólo a cuatro arcabuceros y ataca por la espalda a los guajarapos espada en mano y éstos, presos de temor, se ponen en fuga.

Al fin, en los últimos días del mes de junio, es alcanzada la meta y las embarcaciones penetran en la amplia extensión de aguas sin corriente que es la laguna de Xarayes.

Amanecido el siguiente día Ñuflo de Chaves ordena continuar la navegación que se hace muy penosa y avanza muy poco. Se pierde la nave capitana y cuatro o cinco días más tarde arriban a una tierra, el país de los perabazanes, y allí conversa con un tal llamado Urá-Teberé, quien le cuenta que más al norte se encuentra una tierra, habitada por los maures, que poseen buen acopio de metales preciosos, y que es conocida con el nombre genérico de “Paytití”.
Casa Fortín Río Paraguay 1560
de abc.com.py

Un buen día Ñuflo de Chaves anuncia a sus hombres que ha de iniciarse la marcha hacia las tierras de Paytití. A finales del mes de agosto de 1558 la expedición sale con dirección a la ignota tierra del Paytití; va por delante un grupo de jinetes a las órdenes de Hernando de Salazar y a la zaga una partida de arcabuceros que manda Antón Cabrera. Ñuflo de Chaves va en medio de la gente observándolo todo, pero no exento de preocupación. El no haber fundado en Xarayes y penetrar en ajenas comarcas le ponen fuera de la ley. Es un alzado que, según las rígidas disposiciones del código no escrito de la conquista, se ha hecho merecedor de severas penas.

Las primeras jornadas se cubren tal cual lo han prevenido los guías xarayes y más adelante las partidas que destaca Ñuflo de Chaves dan con unos pequeños ranchos pajizos de tan bajas y estrechas puertas que hace que los españoles llamen “chiquitos” a  sus moradores; sin embargo éstos son más bien altos y de aguerrida estampa.

Pronto se da cuenta Ñuflo de Chaves que estos “chiquitos” tan mansos y apacibles a la entrada, son enemigos harto más temibles de los que hasta entonces ha conocido y además son “hombres de yerba”, es decir que aplican veneno a sus flechas.

Constantemente amenazado por los “chiquitos” y teniendo que luchar en descubierto casi todos los días, Ñuflo de Chaves prosigue la marcha con fijo rumbo noroeste; la travesía de la selva le conduce con sus hombres hasta las inmediaciones del paralelo 15 y tras varios días de continuo andar llegan a las riberas del río Ubay en donde pasarán los próximos cuatro meses.

Ante esta situación un puñado de hombres descontentos, gentes desleales y codiciosas, entre ellos Gonzalo Casco, inician una conjura contra Ñuflo y ante la rotunda negativa de éste a variar los planes iniciales, se deciden por el motín y nombra capitán a Gonzalo Casco.
Escudo de la Ciudad de Trujillo, Cáceres, foto
de Alejandro Blanco.

Al día siguiente los confabulados inicial el tumulto y se encuentran ante un Ñuflo de Chaves en riguroso atuendo de guerra, puesta la armadura, calado el yelmo y ceñida la espada y junto a él a Hernando de Salazar, Antón Cabrera, el mancebo Diego de Mendoza y tres o cuatro oficiales más. Setenta y tres hombres optan por seguir a Casco, el oficial desleal. Sólo cuarenta y cinco han quedado con Ñuflo, además de los oficiales que hicieron ascos a la conjura y ningún aborigen con cuyo auxilio contar.

Ñuflo de Chaves pone rumbo al occidente y se acerca a la montaña. La travesía de esta porción de la selva dura todavía cuatro semanas y al fin un día de fines de julio contempla la pequeña hueste la ancha cinta de un río: es el “Sara-tuús” de los mansos chanés, el “Chunguri” que decían los vasallos del inca. Los españoles agradecidos de su bondad le llamarán el “Río Grande”.

Desde la orilla oriental del Río Grande se contemplan en la orilla opuesta delgadas columnas de humo. Calcula Ñuflo de Chaves, y no anda descaminado, que el poblado aquél es de gente guaraní. El poblado es en realidad una pequeña agrupación de pobres bohíos –pequeñas cabañas hechas con cañizo-.

A los pocos días de permanecer allí, Ñuflo de Chaves manifiesta a sus hombres la decisión que ha tomado de hacer allí la esperada erección de un pueblo. El martes primero de agosto, manda levantar allí la cruz redentora y el rollo de justicia. Declara luego que para en adelante queda fundado un pueblo español que habrá de llamarse “Nueva Asunción”, en memoria de la lejana ciudad paraguaya de donde procedes todos y cuyo recuerdo late amorosamente en los corazones de los aventureros.

Está hecha la fundación que tanto reclamaban los hombres de la gran entrada y tanto necesita Ñuflo de Caves para sentar sobre título jurídico su posesión de la tierra y su jurisdicción de mando civil entre las gentes que le acompañan.

En el mes de octubre Diego de Mendoza sale de Nueva Asunción para ir en busca del reyezuelo Ivytupué y a poco de caminar por el bosque se topa con una partida de gentes españolas que dicen ser soldados de cierto capitán llamado Andrés Manso, beneficiario de estas tierras por merced del Virrey del Perú.

Ñuflo de Chaves no tiene más remedio que, ante el desacuerdo con Andrés Manso, partir hacia la sede del Virrey, pero antes señala a Antón Cabrera como personero suyo –representante ó procurador- en Nueva Asunción. Empieza el mes de noviembre cuando, en la compañía de su fiel Salazar, el asociado Cañizares y seis y ocho hombres más sale en dirección a la lejana ciudad de los virreyes españoles.

Expira aquel año de tan notables acontecimientos cuando los hombres salidos de la selva arriban a la ciudad de Francisco Pizarro. Ejerce a la sazón las funciones vicerreales el marqués de Cañete Don Andrés Hurtado de Mendoza.

Después de varias audiencias, donde Ñuflo de Chaves narra su gran entrada en el Chaco, sugiere al Virrey la necesidad de crear en aquellas tierras una nueva gobernación que sea una provincia más del virreinato y manifiesta, además, que la gobernación debe ser dada a persona de primera talla e indica el nombre de Don García, hijo del marqués y por entonces gobernador de Chile.

Media el mes de febrero del año 1560 cuando el Virrey suscribe el albalá –documento jurídico de otorgación- en cuya virtud la llanura lejana es hecha provincia del virreinato y designado para el gobierno de ella a Don García Hurtado de Mendoza. La nueva provincia habrá de llamarse “Moxos”.
Indigena Moxo, de fmbolivia.com

En tanto que Don García vuelve de Chile urge nombrar un teniente suyo y nadie mejor que el propio caudillo Ñuflo de Chaves. Con fecha 15 cde febrero de 1560 es expedida una cédula real que le acuerda el título de Teniente de Gobernador, Capitán General y Justicia Mayor de la nueva provincia de Moxos. En cuanto a los derechos y expectativas de Andrés Manso su influencia queda comprendida hasta las veras del río Parapetí. Otras disposiciones autorizan a Ñuflo de Chaves a levantar banderas y reclutar gentes.

Bstante entrado ya el otoño de aquel año de gracia, Ñuflo de Chaves emprende el camino de regreso, en al compañía de Salazar, Cañizares y los que con él salieron de Nueva Asunción y los cincuenta hombres alistados en Lima. Ya no era un alzado ni un mendicante. Trae consigo las pruebas documentales que le acreditan como hombre al servicio de la corona. El capitán salido de la selva ha ganado la partida al capitán que bajó de los Andes. Cuando Ñuflo de Chaves comunica a Andrés Manso lo resuelto por el Virrey aquél se rebela abiertamente y, abandonado de sus propias gentes, es desarmado y prendido.


LA FUNDACIÓN DE SANTA CRUZ DE LA SIERRA.
Fundación de Santa Cruz de la Sierra
por Ñuflo de Chaves, de bolivia.com

Ha empezado el mes de agosto, y Ñuflo de Chaves decide ponerse en acción. Destaca hacia el noroeste al oficial Francisco Rengifo con diez arcabuceros, encomendándole buscar el reino del Gran Moxo. Deja en Nueva Asunción treinta hombres para su guarda, y con el resto, que asciende a más de ochenta hombres se dirige hacia el oriente, resuelto ya a ejecutar de pleno su obra.
Parque de Ñuflo de Chaves en la ciudad de Santa Cruz
de la Sierra, Bolivia

Ha recorrido Ñuflo de Chaves en cuatro meses toda la vasta extensión de selva que cabe en las riberas del Guarapay y los collados de Riquío de la arcaica sierra chiquitana. Entrado el mes de enero vuelve a reanudar la caminata exploradora y lleva el propósito, definido ya, de levantar en aquellos lugares los cimientos de una gran nueva población.

En el mes de febrero se detiene ante un retazo de paisaje. Es una mediana calva que se insinúa en la floresta, sirviendo de fondo a un apacible regato que discurre sobre tortuoso cauce; es el río “Sutós”. Cuanto más contempla Ñuflo de Chaves la apacible veta del Sutós, más semejanza encuentra entre ella y el lejano valle de la natal Extremadura en donde se alza la Santa Cruz de la Sierra de sus recuerdos infantiles. ¿Qué otro sitio mejor para establecer la gran población que tiene proyectada en su mente? Aquí ha de fundar, pues, y Santa Cruz de la Sierra ha de llamarse la ciudad. Y así amanece el 26 de febrero de este año del señor de 1561.
Monolito hermanamiento Olivar en la Ciudad de Lima, Perú,
con el Olivar de la Hinojosa, Parque Juan Carlos I, de Madrid.

Ñuflo se levanta a las primeras luces del alba y sale al campo con sus hombres. Lleva puesta la armadura completa, calado el yelmo de airosa pluma y terciada en el pecho la roja banda de capitán. Apunta el sol en el horizonte ciando el Padre Francisco Pérez empieza a celebrar la misa –la primera en tierras “chiquitas”-. Al concluir la ceremonia religiosa Ñuflo de Chaves cabalga y alza en alto el pendón de Castilla. Equipado de esta guisa empieza a galopar a todo lo largo y lo ancho de la vega, seguido de sus capitanes que van igualmente de caballeros y armados. El pelotón se detiene en dirección de cada punto cardinal, y el adalid invoca en voz alta el nombre del rey de las Españas, y prorrumpe el grito de “¡Castilla, Castilla!”.
Escudo de la Ciudad de Santa Cruz de la Sierra,
Bolivia.

Cuando ha terminado con este simbólico ceremonial vuelve los aceros a sus vainas y llama al escribano Francisco Gallego para que en documento de pública fe de testimonio de lo actuado a nombre de su majestad y del muy ilustre Don García Hurtado de Mendoza. Mientras el escribano garrapatea afanosamente, los hombres de la conquista, hechos ya desde ese momento vecinos pobladores de la nueva ciudad de Santa Cruz de la Sierra, eligen por aclamación a alcaldes y regidores del cabildo. A continuación, como casi siempre, proceden a plantar algunos olivos.

Se tiene constancia documental que los primeros olivos fueron plantados en América en el año 1560 por mandato del Procurador General Don Antonio de Rivera, en la ciudad de Lima, existiendo hoy día el Bosque del Olivar, en el Parque de San Isidro, olivar que está hermanado con el Olivar de la Hinojosa, en el Parque de Juan Carlos I de Madrid, que cuenta con un monolito que da fe de ello.
Vista del Olivar de la Hinojosa, en el Parque de
Juan Carlos I, Madrid.

Ya está fundada la ciudad capitana que ha de regir los dominios de la selva y desde la cual ha de irradiar a los cuatro horizontes la civilización de España y la fe, el idioma, el espíritu de los españoles, y la determinación de un formidable y serio capitán, Don Ñuflo de Chaves.


EL CREPÚSCULO ROJO Y LA MORTAJA VERDE DEL DESGRACIADO CAPITAN ÑUFLO DE CHAVES.

En las primeras albas de octubre, del año 1568, y ante el alzamiento de los chiriguanos del Parapetí y guaraníes de estas latitudes, Ñuflo de Chaves sale de Santa Cruz de la Sierra confiando en el ascendiente que tiene sobre estos indígenas. Al término de breves días llega a la aldea de Mitimí, que es la principal de los Itatines. Mitimí le recibe con muestras de cordialidad, sin embargo el capitán de la selva quiere reprender al cacique Bueterney y cita a todos los jefes para una junta en la aldea de Mitimí.
Indigenas Chiriguayos, de mensajerosdenergia.com.ar

No tardan los caciques en acudir a la cita y a la hora de la siesta de aquel aciago día de octubre, Ñuflo de Chaves teniendo en torno suyo a los jefes itatines, empieza a hablarles con voz pausada pero severa. Cuando cree que su auditorio ha quedado convencido y quizás conmovido, dirígese en particular a Bueteney y le increpa por su infidelidad y su deslealtad y pendencieras andanzas.

Termina con ello la plática y los caciques se retiran entre mohínos y conturbados. Ñuflo de Chaves quiere dar un descanso al rendido cuerpo. Tiende una hamaca bajo el frescor de la arboleda y al soplo de la brisa vespertina que mece blandamente los follajes, a pocos pasos de la choza donde sus hombres han ido a reposar.
Estatua y firma de Ñuflo de Chaves
en Santa Cruz de la Sierra, Bolivia,
de eldeber.com.bo

La figura de Bueterney se asoma pronto por detrás de un enredijo de arbustos. Agazapado y semiescondido contempla, de forma taimada y cobarde, el cuerpo yacente y la indefensión absoluta del valiente capitán de la selva.

Súbitamente el desleal Bueterney se incorpora y esgrime su pesada maza de combate, un pesado garrote de dura madera de palma que, movido por sus hercúleas fuerzas, suele hender cráneos y desjarretar coyunturas en las batallas de la selva. Descarga un violento golpe sobre el cráneo del dormido. Ñuflo de Chaves despierta con la horrible sensación de los huesos triturados y de un voraz incendio en la víscera cerebral, y cae al suelo sin apenas tener noción de lo que pasa. La pesada maza del salvaje ha fundido su cráneo y por entre las feroces desportilladuras manan borbotones de sangre.

Un minuto o dos, tres a lo sumo, el resto de vida que le queda se prodiga en ideas flotantes, ideas que son otros tantos recuerdos de su afanosa existencia. Se ve a sí mismo niño aún en la casa solariega de Santa Cruz de la Sierra, allá en la España madre; se ve mozo de empaque en las apacibles calles de Trujillo y luego en la cubierta de la nao que le conduce a la América india.
Bohio Taino, foto de fondosdibujosanimados.com

Los relámpagos de la imaginación cristalizada en la memoria le hacen después reproducir las escenas más perspicuas de su larga aventura en tierras americanas. El río Paraguay, Asunción, la entrada en la Sierra de Plata, luchas con indios bravos, selvas ahítas de frondosidad, Santa Cruz de la sierra, la hija indiana de su idealidad y de su ánimo….., y llega el instante del supremo desvanecimiento del cuerpo y la entrega del alma al Creador que la hizo.
Retrato al óleo de Ñuflo de Chaves,
descubridor del Chaco boliviano.

Las últimas pinceladas rojas del crepúsculo lucen desde lo alto el cuerpo del desgraciado conquistador, Ñuflo de Chaves, tirado de bruces sobre la hierva que ha de servirle de mortaja, su verde mortaja.



Antonio José Cerdán Ruimonte

sábado, 20 de agosto de 2011

LAS LÁGRIMAS DEL REY BOABDIL.


LAS LÁGRIMAS DEL REY BOABDIL.
Retrato del Rey Boabdil

LOS ROMANCES DE FRONTERA.
Portada Romancero Español

En el romance de frontera “Abenámar” se puede leer cómo el Rey Don Juan de Castilla le lanzaba requiebros amorosos a la Ciudad de Granada y ésta, ya conquistada por el moro Abenámar, así le contestaba:




Romance de Abenámar

“Si tú quisieses, Granada,
contigo me casaría;
daréte en arras y dote
a Córdoba y a Sevilla.

Casada soy, rey don Juan,
casada soy, que no viuda;
el moro que a mí me tiene,
muy grande bien me quería.”






Del romance de Abenámar, de Cuartobelmundo
En otros romances de frontera se observa una estrecha relación del juglar con familias nobles comprometidas con la guerra de Granada, así los antañones apellidos castellanos viejos de los Lara, los Gustioz y los González, ceden el paso a los Fernández y a los Díaz, más humildes como simples jefes de escuderos; y los de Almanzor, por parte musulmana, por los modestos Venegas, Reduán y Audalla. Así hasta un innominado rey de Granada, cuyo beneficiario será el Rey Chiquito, Boabdil, de triste historia engrandecida por la leyenda.

Y en el romance del “Asalto de Baeza” también se recogen los amores de los moros por las doncellas cristianas castellanas, así se puede leer:




“Moricos, los mis moricos,
los que ganáis mi soldada,

Escudo de Baeza, Jaén
derribédesme a Baeza,
esa villa torreada,
y a los viejos y a los niños
los traed en cabalgada,
y a los mozos y varones
los meted todos a espada,
y a ese viejo Pero Díaz
prendédmelo por la barba,
y aquesa linda Leonor
será la mi enamorada.
id vos, capitán Vanegas,
porque venga más honrada,
que si vos sois mandadero,
será cierta la jornada.”








El auge de estos cantos épicos de frontera se iniciará a partir de la toma de Antequera, por el infante don Fernando, en 1410, y culminará con la conquista de Granada, en 1492.

Como es natural, muchos textos se han perdido, pero se conservan una variada muestra de ellos, que induce a pensar en el profundo arraigo que estos romances de frontera tuvieron entre las gentes que poblaban la frontera, a veces tan difuminada, de moros y cristianos.


El Romancero Español, anónimo
LAS LÁGRIMAS DERRAMADAS POR BOABDIL.


Es menester, llegado este momento, dedicar unas palabras para tratar de desmitificar el maltrato que la historia y los romances de frontera dieron al último rey nazarí Muley Abu Abdillah Muhammad, Boabdil, el Rey Chico, haciéndole aparecer ante todos como un rey triste, cobarde, débil, de poco carácter, falto de decisiones, en fin, un personaje empequeñecido, y que, contrariamente a los usos de aquellos días, se solía engrandecer para mayor gloria de los vencedores.

Pendón Nazarí de Granada
Así, del romance de frontera “Granada ha sido perdida”, que narra la rendición de Granada y el exilio del Rey Chico a la Alpujarra, surge una leyenda tradicional, titulada “Suspiro del Moro”, que se populariza en seguida en los ambientes cristianos. Una de las versiones más antiguas se la debemos a fray Antonio de Guevara, que Menéndez Pelayo estima por el 1526, y que, en unas “Epístolas familiares para Garci Sánchez de la Vega”, describe la partida de Boabdil de Granada.

En dicha epístola de fray Antonio de Guevara, aparece una descripción de la congoja del depuesto emir Boabdil con las terribles palabras finales de su madre, ante el desmayo de aquel: “¡Justa cosa es que el Rey y los caballeros lloren como mujeres, pues no pelearon como caballeros!”.

Azulejo nazarí La Alhambra
Es muy probable que la Carta de fray Antonio de Guevara y la tradición popular granadina constituyan la fuente de inspiración del “Romance del Rey Chico que perdió Granada”, descubierto en los años cuarenta del siglo XX, en la Biblioteca de la Universidad de Cracovia, en Polonia. En él se cuenta esencialmente la partida del Rey Chico hacia la Alpujarra, un lunes a mediodía del 1492, acompañado de su madre y de sus mejores caballeros:



Retrato de Boabdil, de Alpujarras.net
El año de cuatrocientos- que noventa y dos corría,
el rey Chico de Granada – perdió el reino que tenía,
Salióse de la ciudad – un lunes a mediodía,
cercado de caballeros – la flor de la morería.
Su madre lleva consigo – que la tiene compañía.
Por ese Genil abajo – que el rey Chico se salía,
los estribos se han mojado – que eran de gran valía.
Por mostrar más su dolor – que en el corazón tenía,
y aquesa áspera Alpujarra – era su jornada y vía;
desde una cuesta muy alta – Granada se parecía;
volvió a mirar a Granada, - desta manera decía:
“¡Oh Granada la famosa, - mi consuleo y alegría!
¡oh mi alto Albaicín – y mi rica Alcaicería!,
¡oh mi Alhambra y Akijares – y mezquita de valía!,
¡mis baños, huertas y ríos, - donde holgar me solía!;
¿quién os ha de mí apartado – que jamás yo os vería?
Ahora de estoy mirando – desde lejos, ciudad mía;
más presto no te veré, - pues ya de ti me partía.
¡Oh rueda de la fortuna, - loco es quien en ti fía,
que ayer era rey famoso – y hoy no tengo cosa mía!”
Siempre el triste corazón – lloraba su cobardía,
y estas palabras diciendo – de desmayo se caía.
Iba su madre delante – con otra caballería;
viendo la gente parada, - la reina se detenía,
y la causa preguntaba – porque ella no lo sabía.
Respondióle un moro viejo – con honesta cortesía:
“Tu hijo mira Granada – y la pena le afligía”.
Respondido había la madre, - desta manera decía:
“Bien es que como mujer – llore con grande agonía
el que como caballero – su estado no defendía”.

Cuentos de la Alhambra, de Washintong Irving
Esta última frase parece más bien salida del orgullo de princesa, o sultana, destronada, que de la ternura de una madre doliente por las desgracias de su hijo.

El gran patriarca de la literatura americana, Washington Irving (1783-1859) que, como bien se sabe, vivió en la Alhambra de Granada mientras escribió su deliciosa obra “Cuentos de la Alhambra”, tampoco dejó bien parado a Boabdil, en donde, a pesar de todo, recoge el sobrenombre que le dieron sus súbditos cariñosamente, “el Zogoibi”, es decir, el “Desgraciado”.

La Alhambra, dibujo a color
Narra, en los cuentos “Boabdil el Chico” y “Recuerdos de Boabdil”, como éste hombre de maneras delicadas, durante su infancia fue reducido a prisión por su padre, el emir Muley Hacén, en la impresionante fortaleza prisión de la Torre de Comares, en la Alhambra, e, incluso, amenazado de muerte por su propio padre. Narra cómo pudo escapar; las penalidades que pasó por la hostilidad que le demostró su tío, el emir El Zagal de Málaga. Por las guerras de invasiones y luchas  interiores fraticidas. Narra cómo él fue el enemigo, el prisionero, el amigo y casi la víctima del rey Don Fernando de Castilla, hasta que se vio sometido y destronado por el astuto monarca católico. Narra cómo fue desterrado de su país natal, su acogida por uno de los príncipes africanos, y cómo murió discretamente en el campo de batalla, peleando por la causa de un extranjero.

Como veis, sus desgracias no cesaron con su muerte. Si Boabdil abrigaba el deseo de dejar un nombre honroso en las páginas de la Historia, ¡cuán cruelmente fueron defraudadas sus esperanzas!

Retrato de Boabdil, derrotado
Si vais a Granada y visitáis la Alhambra, en la Galería de cuadros del Palacio del Generalife está colgado su retrato.

Situaros delante del mismo y observarle fijamente, mirándole a los ojos. Veréis un hombre de semblante dulce, hermoso y algo melancólico, de color sonrosado y de cabellos rubios. Evidentemente no era un rey cruel ni sanguinario, pero tampoco inconstante y veleidoso como la historia nos ha hecho llegar a nuestros días.

Dibujo Torre Comares, de Belén López Jiménez
Hoy día, autores e historiadores modernos (por ejemplo Magdalena Lasala y Fidel Fernández), han dado un giro a la interpretación de las lágrimas derramadas por Boabdil, debidas, según sus investigaciones, a dos sucesos fundamentales: la pérdida de la Alhambra, con la decisión del Rey Chico de firmar una capitulación con sus católicas majestades, y evitar una más que segura destrucción si hubiese continuado la guerra, y la irreparable pérdida de su bien amada esposa Moraima, que murió al partir hacia su exilio en la Alpujarra.

La Alhambra nocturna, foto de Transauto
Albaycín, Granada
Cerámica de Albaycín Granada
En cuanto a la rendición y entrega de Granada, y para comprender las supuestas lágrimas que derramó Boabdil, no hay más que pasearse por la Alhambra y situarse en el año 1492, observar el patio de los Arrayanes, en el harén del sultán o en la sala de los Abencerrajes; ¡es el corazón mismo del paraíso en la Tierra!, y eso es la Alhambra para Boabdil. No fue, pues, un cobarde; fue su manera de salvar este paraíso terrenal, que de haber seguido asediado, el rey Fernando el Católico hubiera reducido a cenizas.

Jarrón azul nazarí
En ese momento, Al-Andalus, el territorio español musulmán, era la fusión de Oriente y Occidente, lo que hacía único y milagroso a este territorio y su cultura innovadora, mestiza y heredera del Oriente más profundo. Por esto, Boabdil, que fue un valiente y sabía a que renunciaba, pues para preservar el paraíso había de entregarlo. Puede parecer débil, blando y un cobarde, pero tuvo una fuerza interna capaz de tomar esa decisión. Fue culto, reflexivo y observador, características raras en muchos de sus antecesores.

Su gran tragedia, fue íntima y personal: tras entregar las llaves y los planos de la Alhambra a sus católicas majestades, el 2 de enero de 1492, se refugió en la Alpujarra, según lo pactado, con su inmenso séquito. Trató de reconstruir su vida con sus hijos, secuestrados muchos años por los cristianos, y junto a su esposa Moraima, que falleció pronto de parto.

Bandera de Al Mutasim, de Almería, año 1051
Después de este nuevo fracaso familiar, se marchó al reino de Fez, acogido por la aristocracia local, en donde buscó la muerte en las batallas, hasta que, en una de ellas, murió a los 69 años; cayó de su caballo en el fragor del combate y quedó enganchado a la cincha. El animal siguió cabalgando, hasta que caballo y jinete se perdieron en el mar, donde presumiblemente murieron ambos ahogados.

Las Alpujarras Granada
En cuanto al segundo derramamiento, lógico, de lágrimas fue la desgraciada existencia con su amada esposa Moraima.

Valle de Lecrín, foto Ruta Caballo Palmali
Casco del Rey Boabdil
Boabdil caballería mora, fresco de Juan de Borgoña
Moraima, hija de Alí al-Attar un general famoso y vendedor de especias, que atiene dedicado un Romance de Frontera (el “Romance del moro Alatar”) Alcalde de Loja, Señor de Xagra, y primer mayordomo de la Alhambra, se casó a los quince años con Boabdil, heredero del trono alhamar, a finales de 1479, en el palacio del Albayzín. El día de la boda vestía saya y chal de paño negro y una toca blanca que casi le ocultaba el rostro. ¡Lástima –dijo un cronista de la época- porque sus facciones son muy lindas y seductoras! Un poeta musulmán aseguró que Moraima tenía unos ojos grandes y expresivos en un rostro admirable y conjeturó que “a través de las tupidas ropas adivinábanse unos hombros, unos brazos, unas caderas y un talle de clásicos y opulentos contornos”.

Quiero recordaros, queridas amigas, que al hombre andalusí le gustaban las mujeres bien entradas en carnes y los poetas hispanomusulmanes recogieron en sus obras este ideal estético. Excuso deciros que del otro lado de la frontera, del cristiano, también observaban el mismo ideal estético, como no podía ser de otra manera.

Corán manuscrito Al-Andalus, año 1143
Sin embargo, pocas mujeres ha habido tan desgraciadas como ella. A los pocos días de la boda, su suegro Muley Hacén, encarcela a su hijo Boabdil y separa brutalmente a la jovencísima y enamorada esposa, -cabe recordar que tenía quince años-, confinándola en un carmen próximo a la “Cuesta del Chapiz”.

Después de la batalla de Lucena, en la que muere su padre Alí al-Attar, el Aliatar de las crónicas castellanas, y es hecho prisionero su esposo Boabdil, Moraima con su hijo Ahmed, de poco más de un año, se retira nuevamente al carmen donde sobrelleva, con sus diecisiete años, los largos meses del cautiverio de su esposo en Porcuna.

Wallada, princesa omeya, siglo XI
Más adelante, los castellanos liberan a Boabdil tras la firma de un pacto en el que, entre otras condiciones, ha de entregar como rehén a su primogénito Ahmed, que acababa de cumplir dos años. ¡No le será devuelto a su madre hasta la entrega de Granada, cuando tiene nueve años! Ya no conoce el árabe, es cristiano y atiende por el mote de “Infantito” que le impuso Isabel la Católica. Moraima se recogerá, dos veces más, en el carmen del Albayzín. ¡Una esposa y madre admirables!

Desde este carmen en el Albayzín, llamado el Mirador de la Esperanza, Moraima contempla largamente y con gran nostalgia los palacios de la Alhambra, en los que apenas fue Reina.

Batalla de moros y cristianos
Después marcharon hacia el feudo que les habían cedido los Reyes Católicos en el Reino de Granada, en las Alpujarras, y que se componía de las tahas de Berja, Dalías, Boloduy y Andarax (hoy Laujar de Andarax), en la actual provincia de Almería, y Marchena, Juviles, Láchar y Ugíjar, en la actual provincia de Granada.

Entre febrero de 1492 y agosto de 1493, las tierras almerienses de Andarax, Berja y Dalías fueron testigos mudos del, quizá, único año de felicidad de Boabdil y su esposa tras conseguir que los Reyes Católicos les devolvieran a sus añorados hijos.

Durante este año de felicidad, gustaba a Boabdil leer poesía a su amada Moraima, armonizada con algún instrumento musical. Decía así uno de los poemas:

Azulejo granadino nazarí
Grita mi nombre cuando muera.
El llanto aquí no cabe:
Todavía la boca no me sabe a ceniza.

Inmóvil, esta luz
se rezaga sobre el jardín.
Cansada y no marchita
retorna a las constelaciones de las que descendía.

Sobre nosotros caerá lo oscuro en vano,
porque el sol, al acecho en su cubil,
maquina la venganza.

Desterrados del mediodía,
La oquedad pronto de la tarde
nos sorberá como el jugo a una toronja.
Xauén, fundada por los nazaritas en Marruecos
Astros desorbitados nos vigilan.
De par en par abiertos estamos a la noche;
el insomnio es nuestro único armamento,
y, alrededor del agua, la planicie perfuma.

Descuelga el lubricán desde la nieve
su fatigado verde y amarillo…..
¿Quién cerrará estos ojos, esta boca, esta carne?
Nadie se librará del postrer día, ni del luto.
La luz se aleja, pero
la vida y tú permaneceréis.

Cuando muera la luz, grita mi nombre.
Mi nombre y tú ya estáis
a salvo en el jardín:
Fuera del tiempo, su maleficio no os perturbará.

Aquí vivieron hasta que los monarcas castellanos decidieron expulsarlos de España, lo que sucedió al finalizar el verano de 1493. Por lo que decidieron marchar en el mes de octubre hacia el puerto de Adra camino del norte de África, al reino de Fez.

Conquista de Iznájar
por los cristianos
en el siglo XV
La única persona que hubiera podido hacerle soportable a Boabdil la pena del destierro, su querida Moraima, falleció de parto dos días antes de la partida, dejando a su querido sultán en la más inmensa soledad y tristeza, en compañía de sus dos hijos Yusuf y Ahmed.

Moraima fue enterrada, en primer lugar, en Laujar de Andarax y, cuando salió Boabdil con toda su comitiva camino de Fez (actualmente Marruecos) con los restos de su mujer, hicieron una parada en Mondújar para sepultarla junto a los restos de algunos reyes nazaritas, en algún lugar hoy día desconocido.

En torno a estos sucesos hay ciertas historias y dichos populares que dicen que en el lugar de enterramiento de Moraima y de los reyes nazaritas, existe un gran tesoro escondido. Muchas de ellas están recogidas en los “Cuentos de la Alhambra” de Washington Irving.

Mondújar, Lecrín, Granada
Según el catedrático Antonio Malpica, Boabdil eligió el pueblo de Mondújar, en el Valle de Lecrín, y que en 1490 tenía censados unos 10.000 habitantes, porque su madre, Aisha la Horra, tenía propiedades en esta alquería.

Mondújar, paisajes
Mondújar, señal turística
En el paso entre Granada y su costa se encuentra situado el “Valle de Lecrín”, verdadero remanso de paz y tranquilidad, cubierto de naranjos y olivos. En sus noches uno se envuelve en el olor a jazmín y azahar, llevándole al país de las mil y una noches. Aquí Boabdil lloró por la muerte de su amada esposa Moraima, pero en su interior rebosaría de orgullo y júbilo, pues descansaría  en un paraíso de vistas inigualables y de arroyos de agua cristalina que con su murmullo y salpiqueteo rompían el silencio del entorno, junto con el suave cantar de jilgueros y ruiseñores. Hoy día aún se pueden sentir estas sensaciones.

Por lo tanto, las últimas lágrimas derramadas por Boabdil fueron sobre una tumba, en un pequeño pueblo granadino llamado Mondújar. En esta tierra dejó el Rey Chico para los restos a la persona que amó tanto como a su Granada, su esposa Moraima, la mujer que se mantuvo fiel a su lado, que le amó, que le dio dos hijos y que sufrió en silencio, tanto como él, su vida y reinado desdichado.

Muchas gracias por leerme, queridas amigas y amigos, y espero haberos emocionado.

Antonio José Cerdán Ruimonte